Perdiéndome en la oscuridad

Por: Austen King

La vida es una gran maestra. Por mucho tiempo fui solo el observador, hoy soy el protagonista.

Siempre me ha gustado ver el lado positivo de la vida. El vaso medio lleno. Mis padres decían que yo era un pequeño arcoíris en este mundo gris. Quien diría que un día ese mundo me quitaría mis colores y me dejaría un negro vacío sin nada que ofrecer.

Recuerdo cuando decidí apoyar a otros en su dolor, mamá estaba muy orgullosa. Acababa de cumplir la mayoría de edad, un amigo había perdido a su abuela. Estuve con él durante todo el proceso. Cuando pasó su duelo, dijo que debería dedicarme a ello. Me ofrecí en un centro, teníamos reuniones una vez a la semana. Aprendí las cinco etapas del duelo. Me convertí en la roca en quien apoyarse. Me sentía útil y lleno de amor.

Entonces todo cambió, lágrimas caen de mis ojos. Hace un año mi madre comenzó a tener dolores de cabeza. Ella es una mujer fuerte, como no quería molestarnos nunca nos contó sobre ello. Tan solo dos meses después de iniciados sus dolores, nos llamaron del hospital. Se había desmayado en la calle. El médico nos dijo que tenía cáncer. Ya estaba había hecho metástasis. No tenía cura. Mi corazón se acelera de solo recordar ese instante. Recuerdo quedarme sin aire, como si hubiese recibido un golpe en el estómago. Mi papá se cayó al piso y lloro cuál niño.

Murió seis meses después de eso. Papá se dejó caer en depresión. Bebía y lloraba todo el tiempo. Hace dos meses se suicidó. No resistió el dolor. Me siento culpable. No pude ayudarle aliviar su sufrimiento porque el mío me estaba consumiendo. ¿Cómo podría ayudar a otros, sino puedo ser útil a mi familia? Me aleje de todo, me avergüenza el acercarme al centro. Después de todo ni tan siquiera he pasado la ira de la pérdida. Llevo meses dedicados solo al trabajo y estudio.

En el centro de ayuda me extrañan. Los chicos del grupo siempre me envían mensajes. Se sienten perdidos sin mí. Y yo francamente no creo en las estupideces que decía al ayudarlos. Estoy solo. En un año lo he perdido todo y no sé ¿para qué seguir? Desde hace unos días, he sido acosado por texto, llamadas y correo. Los chicos del centro de ayuda se les ha metido en la cabeza ayudarme. ¡Idiotas!

Hace frío, tal parece que el día se ha puesto de acuerdo con mi ánimo. Esta oscuro, al parecer lloverá. Veo su nombre en la lápida, junto a ella el de mi papá. Mi corazón se acelera, me siento tan solo y perdido. Hoy se cumple un año de la muerte de mi mamá. Esto no podría ser peor. Mis emociones se desbordan, lloro desconsoladamente mientras golpeó con furia la tierra donde yacen.

– Ethan -levanto la vista. Frente a mi están siete personas. Mary, Jessi, Chad, Rob, Jhon, Sam y Nathalie. Son los chicos a quienes apoyé en el centro. – ¡Demonios! No me pueden dejar en paz – grité mientras una llovizna nos comenzaba a empapar. – ¡No! – dijo Sam. En realidad era Samantha, pero no le gustaba que la llamasen así- ya no podemos seguir viendo como vives en la negación y la autocompasión.

Se acercó a mí, tomó mi rostro entre sus manos y mirándome a los ojos me dijo: – ¿Crees que es esto lo que quieren tus padres? ¿Estar muerto en vida? Si no quieres vivir por ti hazlo por ellos, se los debes – dijo mientras mi angustia aumentaba, tenía razón soy una vergüenza. Un grito aterrador sale del fondo de mi alma.

Mientras alguien me toma entre sus brazos y lloro. – Lo siento, mamá -dije en agonía – lo siento tanto. Los extraño mucho. Me siento tan culpable por la muerte de papá. No creo ser capaz de nada. – shhh, tranquilo -dijo Jhon, quien me estaba abrazando- debes aceptar aquello que es tu responsabilidad y lo demás solo dejarlo pasar. Tu padre no busco ayuda. Él no aceptó su dolor y como tú, entró en negación. Mira las consecuencias. ¿Quieres que eso te pase a ti? – preguntó con lágrimas en los ojos.

Poco a poco me fue calmado, nuevamente el clima está en sintonía con mis sentimientos. Dejó de llover, aunque aún seguía oscuro. Ellos estuvieron a mi lado, en silencio mientras yo, delante de las lápidas de mis padres recordaba todos los buenos momentos que viví con ellos. Mientras sentía su ausencia. Me di cuenta que la solución de mi padre no era solución, pero en su soledad fue la única posible. Respire profundo, mientras el olor a tierra mojada inundaba mi ser. Entendí que si aún quería seguir vivo debía soltar el lastre de la culpa y vivir.

Nuevamente estoy en el grupo de ayuda, me di cuenta que la experiencia dolorosa me ha permitido ser más asertivo en el dolor de otros. Aún no he completado las cinco etapas del duelo. Sin embargo, junto al grupo de apoyo puedo ir quemándolas a mi tiempo. Algún día creo que volverá el color a mi vida, ya no soy solo un abismo negro. Y como dice un proverbio «hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír».

Instagram: @austenkingbooks

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